"Porque es nuestro existir, porque es nuestro vivir, porque él camina, porque él se mueve, porque él se alegra, porque él ríe, porque él vive: el Alimento"



Códice Florentino, lib,VI, cap.XVII

lunes, marzo 13, 2006

Gastronomía o aberración

La opinión que da Montaigne en su ensayo sobre los caníbales da para muchas controversias, de entrada establece que cada persona llama “bárbaro” al que es ajeno a sus costumbres. (Igualito los que llaman “secta” a los que no son de su misma “religión”) ¿Quién tiene la razón en estos casos? ¿El dominador que escribe la historia? ¿El inculto extranjero que no entiende al “salvaje”? Los caníbales que asan a sus enemigos no se los comen para alimentarse, sino para llevar su venganza hasta el último límite.
Confronta sobre que puede ser más bárbaro, si comerse a la persona muerta o comérsela viva –llamada así, al ser capturada- lentamente, desgarrando por medio de suplicios su cuerpo. Esto para él es más bárbaro que asar el cuerpo y comérselo después de muerto. Como sea el caso, ambos igual de espantosos y actuando de juez éticamente, yo creo que el menos peor es aquel que se sirve de ellos como alimento. Tragar, deglutir, yantar, devorar, manducar, zampar, ingerir, mascar, alimentarse, masticar, jamar, nutrirse; son sólo algunos de los muchos sinónimos que se dan a un acto de suprema supervivencia y según sea la naturaleza de donde provengan éstos, así será juzgado y calificado el comensal.
Según los antropólogos está demostrado que el hombre de Nearderthal fue caníbal. Por su parte, Marvin Harris defiende en Caníbales y Reyes (Argos Vergara, Barcelona 1981) la teoría de que en la prehistoria el canibalismo era una forma de defensa contra la superpoblación, tesis con la que no están de acuerdo muchos de sus colegas. ¿Podría haber diferencias entre un modo y otro al alimentarse sólo por el afán de venganza o por simple gusto gastronómico? Curiosamente, son los historiadores de siglo XVI españoles en su mayoría también clérigos, los que facilitan datos sobre el discutido canibalismo entre los aztecas, que demuestran que aquellos mexicanos, al menos, ponían un respetuoso cuidado culinario en la preparación de los guisos, ya fuera de otras tribus o de soldados españoles, a los que cocinaban en ollas que previamente habían echado chile, tomates y sal, según afirma, Bernal Díaz del Castillo. ¿Esta forma le quitaría lo “barbaro” a tal proceder?

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