"Porque es nuestro existir, porque es nuestro vivir, porque él camina, porque él se mueve, porque él se alegra, porque él ríe, porque él vive: el Alimento"



Códice Florentino, lib,VI, cap.XVII

martes, febrero 15, 2011

Conociendo el entorno

Como soy nueva aquí me pongo a observar y comer las cosas que no conozco. Aquí el mercado es enorme, me pierdo todavía, subir y bajar escalones. Me siento como bicho raro. Haberlo conocido en época navideña fue un shock para mí. Muchisísima gente, más que en mi mercado de la colonia Guerrero, y yo que me preciaba de hacer mis compras en un barrio bravo. Este mercado estaba "heavy" en esos días, se lee horrible ésto, pero creo que ese término podría aplicarse honestamente. Recuerdo que llegué un 22 de diciembre y luego volví el 29 también, pero fue un suplicio, ya no me quedaban ganas de volver en enero. Los vendedores ambulantes eran peor que moscones obstinados, no se iban por más que les decía que no, que yo no quería llevar ni nopales ni ajos ni cerillos ni sopes ni tamales nejos ni cilantro criollo. Además algo que no soporto y me tuve que aguantar mansamente, es el hecho que me tocaran, se colgaban de la manga de blusa,  me picaban el brazo insistentemente y me hablaban al mismo tiempo en que hacía las cuentas con el vendedor establecido al que le estaba comprando. Por fortuna todo el movimiento caótico se restableció en enero y busqué ir en horas más amables para evitar tumultos. Es que eso de ir a un supermercado no es lo mío, definitivamente. Aquí la verdura es fresquísima, veo las verdolagas, quelites, los huazontles, los rábanos, los berros, ¡huy!, aunque no tenga necesidad de comparlos seguro que me seducen, ¡me los llevo!
Hay muchísimas carnicerías, esta foto la tomé en diciembre, había largas hileras de carne que colgaban en todos los puestos.

Venden unos panecittos muy buenos de maiz y de trigo
Estos son tezcales salados y dulces, con un grano martajado, muy rústicos
Hay tamales de elote y tamales de dulce con pasitas, los pintan de un intenso color rosa mexicano, seguro las tripas se ponen de ese color. También venden tamales de ciruela, es una ciruela que la venden seca especial para tamales o para hacer atole. Yo ya probé todas estas cosas.
Estas galletas de maíz son las favoritas de Gonzalo, al principio me parecían muy secas, pero no, son buenísimas con el café, son polvorones de maíz cacahuatzintle, se siente el grano tosco, seguro que amasadas con manteca de puerco. Tienen un sabor muy parecido a las gorditas de la Villa de Guadalupe, pero su consistencia es distinta.



Este queso dicen que lo hacen en el estado de Guerrero, es un queso añejo enchilado, iguales como los que venden en el D.F. pero aquí abunda cantidadades generosas, lo venden también en bloque para construir casas, ja. Hay muchos puestos en el mercado que lo tienen de pared a pared, le llaman queso de cincho, es especial para rellenar chiles, para los huazontles o rellenar peneques.

Esta es yuca o yucamote en un atole pintado de rojo, la insistencia por el color me parece repulsiva. A mí me gusta la yuca sola con un poco de miel me maple y una gota de limón.

En las bolsas de plástico hay jumiles, después de que narré aquí lo que me pasó con ellos ya no se me apetecen para nada, además estos están enormes. En la orilla de abajo hay chapulines, arriba hay semillas de guaje (estas merecen un post aparte) y al lado varias latas con arrayanes. Los arrayanes no los conocía frescos, por supuesto que los compré y me vine a hacer agua de arrayán y atole. Qué fresca. Me acordé de Lucas Lucatero en el cuento de Juan Rulfo cuando les ofrece a las mujeres agua de arrayán.
Es de la misma familia que las guayabas, pero su tamaño mucho menor, sólo tienen una pequeña semilla.

Estos son los zompantles, colorines, gasparitos, pichojos, poró. Cualquier nombre que le quieran dar, es delicioso.  Son las flores del árbol del colorín, con el que se hacen silbatos vegetales, poca gente conozco que los sepa hacer, mi mamá me enseñó a silbarlos. Me gusta comprarlos cuando ya los venden limpios, es decir que ya le quitaron los pistilos y los desprendieron de la "piña". 

Usé tres tazas de colorín, las puse a hervir 5 minutos con una piedrita de tequesquite y un poco de sal, los colé, le puse un poco de harina de garbanzo, (sí, porque me gusta más el sabor que le da a los capeados), batí 3 claras a punto de turrón,  puse la yema al final y un poco de sal.
Las freí en aceite bien caliente y las serví con una salsa de chile morita y unos quelites con sal que puse a la plancha. También se sirven con salsa de jitomate, a mi me gusta en cualquier forma.

lunes, febrero 07, 2011

Papapaloteando

Papalotear
Dícese que la acción de estar perdiendo el tiempo en tonterías. Bien podría usarse cuando uno dice: voy a papalotear a la calle o voy a papalotear en el internet. Se da el caso que sucedan cosas inesperadas o indeseables por andar por ahí papaloteando. Vamos a ver varios ejemplos: mi maestro dijo que para ser escritor uno no debe estar papaloteando con la literatura, debe haber compromiso con ella. Puede usarse también cuando decimos que Fulano por venir papaloteando en la calle se estrelló contra otro auto. De igual forma se pueden quemar los frijoles por andar por ahí papaloteando, o que por andar yo por ahí papaloteando he tenido tan abandonado este blog en los últimos tres meses.

Pero no, en este caso el papalotear se aplica distinto. El Papalotear que quiero tratar ahora se refiere simple y literalmente al inigualable acto de volar un papalote, cometa, barrilete, pandorga, etc. Todas esas acepciones lleva ese trozo de papel de china pegado a varillas ligeras de carrizo o madera con una especie de cola que se echa a volar reteniéndolo con un hilo. Papalote viene del náhuatl y significa mariposa. Es un error llamarlo papelote, creyendo la palabra un mero aumentativo del papel. Así que yo he echado a volar mi mariposa de papel por el cielo. Este gusto por volar papalotes me vino de adulta, Gonzalo me enseñó a volarlos, él es un experto.

Suceden cosas curiosas en esto de volar un papalote, cosas que se aplican a la vida diaria, puede funcionar incluso como un ejercicio para desprenderse del apego y controlar las cosas que nos suceden diariamente. Claro que sí,  porque cuando somos poseedores de un papalote, creemos que todo el destino de ese pequeño trozo de papel dependerá de nosotros, que tendremos el control y el dominio. Así jugando, corremos tras él, lo jalamos y el aire lo alzará de un lado para luego tirarlo; se levantará otra vez, se orientará hacia donde corre el viento, pero volverá a caer; así innumerables veces, hasta que por fin se logre elevar. Y allá, suspendido desde lo alto, lejos, muy lejos, ondea, serpentea. Se ha dejado correr el carrete, el tubito de hilo se enflaquece y en el aire baila el papalote, nos sentimos como si fuéramos los poseedores de un pedazo de cielo, con orgullo nos ufanamos de lo hábil que somos para hacerlos volar. Ah pero de pronto…de pronto cambia la dirección del aire y el papalote se viene abajo, se rompe contra los árboles, aquello que nos hizo feliz se echa a perder. O bien, sucede que de pronto…de pronto sin más ni más, creyendo que todo está bien, la cuerda se rompe y el hermoso papalote que con tanto trabajo hicimos, buscando las varas más ligeras, eligiendo los colores más alegres y vistosos, se nos va de las manos, se pierde, se marcha, no regresa. Nos deja con un palmo de narices y las manos vacías. Con el anhelo de seguir intentando repetir el momento de dicha.

Así me ha pasado últimamente, se me ha roto el hilo de lo que según yo tenía controlado, se ha ido mi mariposa de papel a otro cielo, a otro espacio.

Ahora que estamos en febrero, con sus aires y sus ventoleras, febrero loco, es también el cambio de algo nuevo, en mi caso para que las cosas se acomoden y se logren establecer requerirán del tiempo. Febrero marca el momento de abonar la tierra, de sembrar la semilla y esperar. Igual que las cosas que planté, sólo el tiempo me dirá si lo hice bien, si no se mueren o se llenan de plagas. Por el momento, algunos árboles y plantas que traje de mi antigua casa y que planté aquí se avivaron, resurgieron contentos al calor y al sol. Otros en cambio, que compré aquí, como la granada, las bugambilias y el carambolo andan quién sabe cómo, apenas se están adaptando al cambio de suelo, al aire, a mis manos. Ayer sembré también en una pequeña hortaliza: jitomates, chiles, cebollas, zanahorias, betabel. En macetas y en pequeños tiestos: cilantro, pápalo, manzanilla, hierbabuena y perejil. Mi chaya y la hoja santa están felices. No sé de que dependa, por lo pronto mirarlas me provoca tanta alegría. Ojalá y así me contagien las otras plantas que veo tristes y que han perdido sus hojas. Ayy porque la verdad es que yo ando igual, tratando de resurgir en otro clima, en otra tierra.

El árbol de carambolo, ha tirado sus hojas

El plátano se puso triste pero sacó nuevas hojas

 Los dos árboles de "sangre libanesa" se han puesto hermosos

 La hierbabuena crece contenta
  
 El papayo me mira triste, me mira y nos miramos

 La granada perdió sus flores, perdió sus hojas, pero ya le vienen nuevos brotes

 La hoja santa que tenía en mi jardín macetero ahora crece y crece

El cilantro que sembré de semilla, dentro de poco tendré a toda mi disposición

Esto según me lo vendieron como hoja de curry, yo conocía las hojas más grandes, pero huele exactamente a curry, y se antoja cocinar comida indú.