"Porque es nuestro existir, porque es nuestro vivir, porque él camina, porque él se mueve, porque él se alegra, porque él ríe, porque él vive: el Alimento"



Códice Florentino, lib,VI, cap.XVII

miércoles, julio 25, 2012

Confesiones surrealistas

Poca gente conozco que se aventure a comer hongos silvestres sin tener la total certeza de que no le harán daño. Incluso muchos prefieren evitarlos aunque sean perfectamente conocidos, Gonzalo es uno de ellos. Es que hace tiempo tuvimos una experiencia un poco atemorizadora. Y como a él le preocupa que se repita, sólo los llega a consumir cultivados: únicamente setas o champiñones, pero la verdad, si puede evitarlos es más feliz. Yo no, el día de hoy compré varios hongos silvestres. Compré “escobitas”, “tecomates”, y otros hongos que no conocía, la vendedora tampoco sabía su nombre, sólo dijo: “nosotras no nos hemos muerto”. Llegando a mi casa los preparé en sopa, pero como también han salido hongos en el jardín y como mi hija la bióloga una vez me dijo que esos eran comestibles, se los agregué al caldo. La sopa solamente me la comí yo, fue rica y sustanciosa para una tarde de lluvia. El rito inicial que precede para hacer una sopa de hongos es tener listo un buen caldo de verduras o de res; no debe faltar unas ramas de epazote para imprimirle más sabor. Los hongos silvestres me encantan, su sabor no se puede comparar a uno cultivado. Mientras, yo aquí sigo, me comí varios hongos desconocidos y nada que temer.

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2 Uno de mis cuentos mexicanos favoritos se llama precisamente: El hombre de los hongos, de Sergio Galindo. En el cuento se contratan hombres que tienen la encomienda de probar los hongos que se servirán para el consumo de los señores de la casa. Como no todos resultan comestibles se tiene que reemplazar al catador continuamente con el “inconveniente” que ese día no se podrá apreciar el tan esperado platillo. El cuento es de una belleza narrativa muy bien cuidada, como toda la obra de Sergio Galindo.

3 Continuamente corremos riesgos, lo mejor que podía pasar al comer un hongo envenenado es morirse; lo peor, eso sí, sería quedar “ido”, imbécil, en estado de coma. Eso sí me atemoriza, perder la conciencia y quedar hecha un vegetal sin voluntad propia. Lo otro: el morirse, es lo de menos. Siempre he pensado que el retirarse de este mundo debería ser una decisión propia, nada nos pertenece más que nuestra propia vida y aún así somos unos miedosos al momento de enfrentar la partida eterna. Nos aferramos a la vida. Al decir esto no quiero dar a entender que no la valore, simplemente hablo de una posibilidad de tener en nuestras manos el momento de retirarse de este juego, de cortar el listón invisible que une nuestro cuerpo en esta tierra. Sin embargo, todavía me queda cuerda, un motor que me impulsa a seguir no sé hasta cuándo. Una inercia de todos los días por perseguir un objetivo.

4 Se acerca mi cumpleaños, supongo que podré seguir otro año más. Probando y aprendiendo cosas nuevas por llegar. Pero este año voy a cambiar de pastel, no habrá la famosa tarta Sacher. Este pastel me ha encantado, lo hice para el cumpleaños de mi hija y lo voy a volver a repetir, es adictivo, tengan cuidado. Tiene un sabor excepcional. El sabor del chocolate se intensifica muchísimo con la cerveza Guinness, ese es todo el secreto. Lleva una cobertura de queso Philadelphia con crema batida, simulando la espuma de la cerveza. Pruébenlo me lo van a agradecer. Como yo se lo agradecí a Sunny, de su blog tomé la receta que pertenece al libro de Niggela Lawson.

Pastel de chocolate con cerveza Guinnes

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¿Qué necesito?

250 mililitros de cerveza negra Guinnessl.
250 gramos de mantequilla cortada en trozos
75 gramos de cacao en polvo
300 gramos de azúcar
140 mililitros de crema lyncott para batir

2 huevos
1 cucharadita de vainilla
250 gramos de harina de trigo
2 y ½ cucharaditas de royal
Para la cobertura
300 gramos de queso Philadelphia
150 gramos de azúcar glass
360 mililitros de crema lyncott para batir

¿Cómo lo hago?

La cerveza se calienta, sin que hierva, en una olla. Cuando esté caliente se agrega la mantequilla, se mueve hasta que se deshaga. Se retira del fuego y se reserva.

En un recipiente aparte se coloca el cacao, azúcar, harina y el royal. Se mezclan perfectamente todos los ingredientes.

En otro recipiente ponemos la crema, los huevos, la vainilla y lo mezclamos con un batidor manual, hasta que nos quede una mezcla uniforme. A continuación añadimos la cerveza con la mantequilla y lo revolvemos nuevamente hasta integrar bien ambas mezclas.

Ya que quedaron las mezclas líquidas unidas, se incorporan los ingredientes secos. Con la batidora lo revolvemos enérgicamente hasta conseguir una masa uniforme y sin grumos

Pasamos la masa a un molde engrasado y enharinado. Yo siempre corto un disco de papel de de estraza, lo engraso también y lo pongo en el fondo, para evitar berrinches a la hora de desmoldar. Se mete al horno previamente precalentado a 175-180º, durante 50 minutos aproximadamente o hasta que pinchemos con un palillo y salga limpio.

Una vez transcurrido el tiempo de horneado lo sacamos y lo dejamos enfriar en el molde, para posteriormente pasarlo al plato donde lo vayamos a presentar.

Para hacer la cobertura.

Se mezcla el queso y el azúcar en la batidora, hasta conseguir una crema suave. En otro recipiente se mezcla la crema lyncott bien fría hasta que su consistencia sea lo bastante firme (como crema chantilly). Después suavemente se mezcla con la otra mezcla del queso. Se hace con movimientos envolventes hasta que se integren bien. Con esto se cubre el pastel para simular la espuma de una cerveza Guinness. (Yo solamente le puse el queso con el azúcar, no quise ponerle la crema, cuestíon de gusto) ¿Alguien quiere una rebanada?

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domingo, julio 08, 2012

La moraleja de la lentejas

¿Quién quiere lentejas? Las lentejas guardan una memoria proverbial y en su íntima enseñanza nos habla de historias bíblicas. El hambre, la miseria y la sed de poder.

¿Quién quiere lentejas? Todos los que estiren la mano, el hambre es canija, corrosiva y estúpida. Pero todo tiene un precio y como la desmemoria abunda, se cambian los derechos por el objeto.

¿Quién quiere lentejas? Todos los que niegan que comer es un acto político. Nuestra insaciabilidad influye en las estadísticas mercadológicas, ecológicas y electorales. En la mesa se conspira, se planea.

¿Quién quiere lentejas? Yo quiero lentejas, pero no de esas lentejas que metafóricamente marcan el colofón a los sucesos ocurridos en el país.

 

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Las lentejas guardan tanta memoria y afecto, abrigo y sencillez. Estas fueron especiales les piqué un manojo de chipilín.

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Un quelite muy típico de Oaxaca, Tabasco o Chiapas, le dicen chipilín o chepil. Sembrado en estas tierras lo encontré con las hojas más grandes y de sabor más intenso, pero con todo eso salió delicioso. También le puse unos charalitos enanos de Puerto Escondido, Oaxaca; son muy chiquititos, secos, como pequeñas hebras, ni los ojos se le ven, no sé como se llaman pero son así.

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Sí, salió movida la foto y ya se me acabaron, los venden en el mercado de Puerto Escondido. Cuando vayan búsquenlos y le toman una foto, me la mandan y ya queda mejor esto.

Otra cosa que hice distinta en estas lentejas fue que no molí el jitomate, le quité la cáscara y lo rallé. Los jitomates saben de reposo, de temperaturas, de métodos de cocción. No es igual una salsa con tomates asados, hervidos, con cáscara o sin cáscara. Son temperamentales, tienen su propia personalidad según le demos uso.

Y también le puse cebolla morada y mucho ajo.

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Han sido días intensos, lluviosos. Comamos una sopa libre de culpas y tengamos memoria de los agravios.

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